El rebelde es, fundamentalmente, natural. El niño obediente casi está muerto; por eso sus padres son muy felices, porque siempre está bajo control. El hombre está extrañamente enfermo; desea controlar a los demás. Cuando controlas a los demás, tu ego se encuentra bien; te conviertes en alguien especial. Y también tú mismo quieres ser controlado, pues si eres controlado dejas de ser responsable. Por todas esas razones, la capacidad de jugar es aplastada, ahogada desde el principio, y así la gente empieza a tener miedo de su propia capacidad de disfrutar, tiene miedo de "perder el control".
Y ¿de dónde surge ese miedo? El miedo es implantado por los demás: contrólate siempre, sé siempre disciplinado, respeta siempre a los de más edad, sigue siempre a los sacerdotes, a los padres, a los maestros; ellos saben lo que te conviene. Nunca te permiten que tu naturaleza se manifieste. Lentamente, empiezas a cargar en tu interior con tu niño sin vida.
Tu niño interior sin vida destruye tu sentido del humor: eres incapaz de reír volcando tu corazón; eres incapaz de jugar y disfrutar de los detalles de la vida. Te vuelves tan serio, que tu vida, en vez de expandirse, empieza a encogerse.
OSHO
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