lunes, 29 de julio de 2013

Ramana Maharshi Maestro del silencio: "¿Quién soy yo?"


Venkataraman Aiyar nació el 30 de diciembre de 1879 el la aldea india de Tiruchuji, estado de Tamil Nadu. Huérfano de padre a los 12 años, una atracción cada vez mayor fue despertando en él: encontrarse con Arunachala, la montaña que personifica a Shiva. Tenía 17 cuando, tras vivir ilusoriamente su propia muerte, tuvo la experiencia directa del Ser. Fue una evidencia de la que no se desprendió de por vida y que, aun siendo consciente de la limitación de las palabras, transmitió así: "¿Soy yo el cuerpo?

Este cuerpo es silencioso e inerte, pero siento toda la fuerza de mi personalidad e incluso la voz del yo dentro de mí, separado de él. De modo que soy el espíritu que lo transciende no puede ser tocado por la muerte, de lo cual se deduce que soy el espíritu inmortal. Absorto en esta certeza, abandonó su hogar y se trasladó a los pies del monte Arunachala, donde transcurrió el resto de su vida sin consentir ausentarse salvo unos cuantos kilómetros.


Comenzó tomando refugio en una cueva donde compartía sus meditaciones y sus lecturas a través del silencio. Un grupo de seguidores le cuidaban y, al tiempo, se creó un centro donde empezaron a llegar estudiosos de diferentes puntos del mapa para recibir sus enseñanzas y la gracia de su presencia. Tiruvannamalai fue la sede de este peregrinaje. Desde allí, con la mayor sencillez, el ya conocido como Sri Bhagavan Ramana Maharshi cuidaba de los animales del ashram, ayudaba en tareas domésticas, leía, raramente escribía sus enseñanzas, y contestaba por compasión a las interminables preguntas que le venían a plantear sus discípulos. Pero sobre todo, entregó su pura y tranquila presencia, sentado en la sala que compartía con los visitantes.


Palabras de silencio

"Para aquellos que viven en el sí mismo como la belleza desprovista de pensamiento, no hay nada que deba pensarse-dijo-. Eso a lo cual debe adherirse es solamente la experiencia del silencio, debido a que en ese estado supremo no existe nada que alcanzar sino a uno mismo".

Maharshi describía ese estado como la plena presencia consciente: "Usted es presencia consciencial. Presencia consciencial es otro nombre para usted. Puesto que es presencia consciencial no hay ninguna necesidad de obtenerla o cultivarla. Todo lo que tiene que hacer es desestimar ser consciente de las demás cosas, es decir, del no sí  mismo. Entonces sólo queda la pura presencia consciencial, y eso es el sí mismo".


Ese estado de experimentación puede alcanzarse, según enseñó, rastreando quién hay detrás del pensamiento "yo": "Usted piensa que es la mente, pero la mente no es nada más que pensamientos. Ahora, detrás de cada pensamiento particular hay un pensamiento general, el cuál es el "yo", es decir, usted mismo. Llamemos a este "yo" el primer pensamiento. Adhiérase a este pensamiento "yo" e indáguelo para descubrir lo que es. Cuando esta indagación prende con fuerza, no puede pensar en otros pensamientos. Lo que acontece cuando hace una indagación seria en el sí mismo que es el pensamiento "yo" desaparece y algo proveniente de las profundidades se apodera de usted, y eso no es el "yo" que comenzó la indagación"


                              

Autoindagación es el nombre que recibió esta forma de rastreo que no es un fin en sí, sino una forma de evitar los juegos de la mente cuando el buscador no experimenta inmediatamente ese "algo proveniente de las profundidades" que es el sentido del yo: "El pensamiento "¿Quién soy yo?", habiendo destruido todos los demás pensamientos, finalmente se destruirá a sí mismo, al igual que el palo usado para atizar la pira funeraria. Si surgen otros pensamientos uno debe, sin intentar completarlos, indagar "¿A quién surgen?". ¿Qué importa si surgen muchos pensamientos?. En el momento mismo en que pensamiento surge, si uno indaga vigilantemente "¿A quién ha surgido?", se sabrá "A mí".


Si uno indaga entonces "¿Quién soy yo?", la mente se volverá hacia su fuente (el sí mismo) y el pensamiento que había surgido también se sumergirá. Practicando así repetidamente, el poder de la mente para morar en su fuente aumenta".

Esta práctica requiere una presencia continua en los pensamientos, abhyasa, y desapego respecto a estos para desecharlos de raíz, vairagya. De esta forma, la mente vuelve a su propia fuente: "Lo que se llama mente es un poder pasmoso que reside en el sí mismo. Hace que surjan todos los pensamientos. Aparte de los pensamientos, no hay ninguna cosa tal como la mente. Aparte de los pensamientos, no hay ninguna entidad independiente llamada el mundo. Del mismo modo que la araña emite de sí misma el hilo (de la telaraña), y nuevamente lo retrae adentro de sí misma, así también la mente proyecta el mundo de sí misma y de nuevo lo reabsorbe".

                          

Ramana Maharshi huía de la intelectualización y rompía los argumentos racionales de los que a él acudían, fueran estos sobre Dios, sobre el mundo o sobre la liberación: "¿Por qué se preocupa usted del mundo y de lo que le acontece después de la realización de sí mismo? Primero realice el sí mismo. ¿Qué importa si el mundo se percibe o no? ¿Gana usted algo que le ayude en su búsqueda por la no-percepción del mundo durante el sueño profundo? Inversamente, ¿qué pierde usted ahora con la percepción del mundo? Es completamente insignificante para el jnani o el ajnani si percibe el mundo o no. Ambos lo ven, pero sus puntos de vista difieren".

En sus "Cuarenta versos sobre la realidad", lo describe así: "Todas las religiones comienzan con la existencia del individuo, el mundo y Dios. Mientras permanezca el ego, estos tres se mantendrán separados".

                        

Para el gurú de Tiruvannamalai, el único método de indagación válido era esa presencia continua en el sentimiento del Ser. Cualquier otra vía, fuera la repetición de mantras, la concentración de la mente o la discriminación de lo que no es real, devenían en distracciones del objetivo último, aunque pudieran ser válidas para aquietar los pensamientos y volver al camino directo. Esta forma de llevar una y otra vez al discípulo que le pregunta hacia el Ser se refleja bien en este extracto de sus conversaciones, recogido en una de las obras recopilatorias y comentadas, "Sea lo que usted es" (Be as you are):

Pregunta: "¿Tengo que mantenerme repitiendo "¿Quién soy yo?" a fin de hacer un mantra de ello?"
Respuesta: "No. ¿Quién soy yo?" no es un mantra. Significa que usted debe descubrir dónde surge en usted el pensamiento "yo", el cual es la fuente de todos los demás".


Pregunta: "¿Debo meditar sobre "yo soy Brahman"?
Respuesta: "Descubra el "yo". El "yo" es ya Brahman. Usted no necesita pensarlo. Simplemente descubra el "yo". Es "yo". Sea ese "yo". El el método directo".

Pregunta: "No comprendo  qué debo hacer".
Respuesta: "Si fuera algo objetivo, podría mostrarse objetivamente. Esto es subjetivo".

Pregunta: "Pero no comprendo".
Respuesta: " "¡Qué! ¿No comprende qué es usted? 

Pregunta: "Se lo ruego, dígame la manera".
Respuesta: "¿Es necesario mostrarle el camino en el interior de su propia casa? Esto está dentro de usted".


Tal vez por ello, el maestro de la profunda mirada gustaba de permanecer sosegadamente en silencio ante los buscadores que venían a él, como invitándolos a estar en sí mismos. En quietud, presente, bajo el amparo de Shiva personificado en la imponente Arunachala.

Así permaneció hasta los últimos años de su vida, a los 70 años, cuando un cáncer hizo aparición en su brazo, se entregó a esa experiencia que le había acompañado desde los 17 años, cuando murió por primera vez al mundo y que apartó de él el concepto de muerte. En esa aceptación serena, con una sonrisa en los labios, abandonó el cuerpo el 14 de abril de 1950.

Dicen que en ese momento, un cometa se deslizó por el cielo hasta ocultarse tras la cumbre de la gran montaña sagrada.

                    Os dejo un documental muy interesante sobre su vida. Hari Om Tat Sat.


                      

                                            Om Arunachala Shiva Namaha



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